El efecto Pigmalión en el aula
Saludos, en esta ocasión hago una reseña sobre el texto de Inmaculada Baños Gil: El Efecto Pigmalión en el aula.
A continuación se va a tratar este fenómeno conforme a sus implicaciones para la práctica docente.
Se conoce como efecto Pigmalión
al proceso por el cual las expectativas de un colectivo o un individuo sobre
otro individuo condicionan el comportamiento de éste último de forma que
favorece el cumplimiento de esas expectativas. Por tanto, si se espera de
alguien que se porte mal, lo acabará haciendo y viceversa. ¿Aplicará esto a
todos los ámbitos de la sociedad? A continuación, se verá si afecta al ámbito
educativo en particular.
Para demostrar que el efecto
Pigmalión existe en educación, la autora hace referencia tanto a estudios como
a casos que ella misma ha tratado. De este modo, defiende que un trato positivo
de un/a docente hacia un/a alumno/a provoca efectos positivos en el rendimiento
académico de dicho/a alumno/a. En cambio, si el/la docente se dedica a regañar
continuamente a un/a alumno/a es de esperar que tanto su comportamiento como su
rendimiento académico empeoren mucho. Para explicar estos efectos se ofrecen algunos
ejemplos, entre ellos el hacer creer al profesorado que ciertos alumnos/as
tienen unas habilidades superiores a sus compañeros/as mediante unos resultados
de exámenes que son completamente aleatorios. Se ha podido demostrar que estas
creencias por parte del profesorado han influido realmente en el rendimiento de
estos alumnos/as especiales. Esta y otras instancias de este efecto se deben a
que el profesorado trata mejor al alumnado en el que confía, se lo hace saber
mediante sus gestos y las oportunidades que le da. Esto hace que la autoestima
del alumnado aumente. Estos alumnos/as, al creer en sus capacidades, se
esfuerzan más y afrontan sus tareas con más entusiasmo, disparando esto su
rendimiento. Asimismo, si el trato que reciben no es favorable, perderán toda
confianza en sí mismos/as y se resignarán a ser malos/as estudiantes. Todo esto
demuestra que el efecto Pigmalión es real, teniendo este hecho implicaciones
muy relevantes para la práctica docente. Dentro de este apartado, la autora
destaca un punto fundamental a tener en cuenta, fomentar una cultura del éxito
en lugar de centrarse en corregir los errores. Esto es, dar oportunidades
nuevas haciendo creer al alumnado que la próxima vez será la buena en lugar de
hacer hincapié en los fallos. Puede parecer que este positivismo extremo
implica que no se deben reprimir conductas deplorables por parte del alumnado,
pero no es así, ya que Gil Baños explica que la disciplina es la base para que
el efecto tenga lugar. El orden y el respeto hacia unas normas crean una
estabilidad mental que permite la subida de autoestima del alumno/a, que se
retroalimenta con el buen comportamiento derivado de este orden. Siendo así
como funciona este efecto en el ámbito educativo, es de entender que es
extrapolable a todas las interacciones sociales, ya que la motivación no es un
elemento exclusivo del ámbito educativo. Por tanto, es fundamental llevar a las
personas por el sendero del comportamiento ejemplar, a la vez que se les
expresa que se cree en sus capacidades. Pero también es importante recordar que
el efecto Pigmalión funciona de forma negativa por igual, y tanto en la
práctica docente como en el resto de sectores de las interacciones sociales, es
importante que tras parar los comportamientos inadecuados se muestre la
oportunidad de corregirlos mediante nuevas oportunidades, así como demostrar a
estas personas que se confía en que lo van a hacer mejor.
En definitiva, el efecto
Pigmalión existe y es muy poderoso. Es fundamental entender esta forma de
condicionamiento social y aprovecharla para formar a individuos habilidosos,
productivos y ejemplares en su comportamiento.
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